Esta situación puede preocupar a madres, padres, familiares y educadores de niños de diferentes edades y contextos. A muchos rápidamente les asusta la sombra de un cuadro clínico que ha sido cotidianamente comentado y en ocasiones erróneamente sugerido: el niño se encuentra dentro del espectro autista.

Con esto no queremos insinuar de ninguna manera que se debe menospreciar cualquier signo que nos alerte sobre alguna diferencia en el desarrollo, sino orientar la mirada a la importancia de un diagnóstico adecuado y oportuno, haciendo énfasis en la relevancia de la atención temprana para la mejora de las posibilidades de desarrollo.

Para comenzar hay considerar las características de cada pequeño: su edad, su contexto social y familiar, entre lo que destaca el tipo de escolaridad que ha tenido y los miembros de la familia con quienes convive regularmente, así como el contacto que puede tener con estímulos que le sean estimulantes.

Otra característica que es fundamental considerar es el perfil sensorial que puede mostrar diferencias particulares entre algunos niños o niñas y ser un tipo de procesamiento sensorial distinto a ciertos estímulos. Por ejemplo:

“Una pequeña con una mayor reactividad a estímulos táctiles puede mostrar rechazo a ciertas caricias o a estar cerca de otras personas.

Así mismo, la historia de desarrollo tiene una influencia relevante que no podemos dejar fuera de las consideraciones. Algunos pequeños con problemas de salud en edades tempranas pueden mostrar un retraso significativo en su desarrollo y de igual forma cuando por algún problema o situación particular de la familia, el menor debe quedar al cuidado de otro adulto que no sean sus padres puede generar dificultades en el desarrollo.

Por otro lado, es esencial que se haya sido sistemático, pues en estos intentos diferenciados que se realizaron puede estar la clave para entender por qué en ocasiones sí puede y en otras parece que no quiere.

Es usual que los pequeños recurran al rechazo como un reflejo para evitar afrontar cosas que les generan incomodidad y frustración. Por esta razón es importante tener claro cuáles son los elementos que les atraen y cuáles son los elementos que prefieren evitar.

Las prácticas de crianza, el contacto con dispositivos electrónicos (Smartphones o Tablets), el tipo de interacciones, las experiencias de estimulación que ha recibido, el tiempo de juego y convivencia, las posibilidades de movimiento, las experiencias de éxito y dificultades que ha vivido, los mensajes que recibe de las personas que se encuentran a su alrededor, caídas o golpes fuertes.

En fin, existen múltiples factores que intervienen en la formación de las características conductuales que una persona presenta y debemos ser cuidadosos al hacer afirmaciones rápidas acerca de la problemática que presenta y del tipo de tratamiento pertinente.

En Centro Takumi intervenimos desde una perspectiva centrada en las posibilidades de desarrollo y para ello, desde el momento de la valoración buscamos comprender el perfil individual de cada pequeño y considerar el potencial de enriquecimiento de cada persona de tal forma que podamos diseñar el plan de intervención adecuado a sus necesidades.