Las capacidades emocionales funcionales son el constructo organizador del desarrollo, es decir, son el director de orquesta que permite que todos los componentes del desarrollo funcionen juntos. Por esto, son un indicador de la capacidad de los pequeños para organizar las experiencias que viven.
De acuerdo a la fase del desarrollo en que se encuentre cada persona, se pueden delimitar las características propias de las experiencias que son capaces de afrontar, organizar y atribuirles sentido. El nivel de complejidad, riqueza de detalles, profundidad y tipo de contenido que somos capaces de afrontar depende del nivel de desarrollo hayamos alcanzado.
Cuando la persona manifiesta dificultades para atender las demandas del ambiente, o de sus interacciones con otros; cuando no es capaz de mantenerse regulado y muy fácilmente pierde el control; cuando las reacciones ante lo que gusta o disgusta a la persona parecen desproporcionadas.
El espacio terapéutico se vive como un espacio de experimentación, donde los pequeños ejercitan los recursos que poseen, los combinan y extienden para crear nuevas herramientas, de tal forma que puedan organizar sus emociones, pensamientos y conductas.
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